Tres años han pasado ya desde nuestra primera conversación seria, autentica, sin mascaras papá. Mucha rabia, muchos reproches por historias no vividas, por sentimientos sometidos por el yugo del humo de tu puro y el aullido de tu garganta, por los abrazos de desconocidos que me dieron más calor. Tu ausencia es la mía papá, tu huella está en mí y eso me provoca tanto dolor como pena. Dolor por ver mi reflejo en ti, por saber que puedo ser tú, pensar, vivir, sentir como tú. Pena por todos los pequeños y anodinos momentos de felicidad que no viste aún estando presente, pena porque si somos tan parecidos en tantas cosas aún sigo esperando ver tu vulnerabilidad y poder abrazarla.