La alegría posee un poder de transformación decisivo y especial. Cambia la forma de ver el entorno, cambia toda perspectiva. Y aún cuando a veces se pierde de vista o se acepta tanto su presencia que se nos olvida su poder, esta nunca desaparece, siempre está presente. En todas partes. En todos nosotros. Dentro de nosotros. Parece pasajera e incluso simple en comparación con el resto de las emociones. Pero es tanto o más fuerte y poderosa que todas las demás juntas. Un recordatorio de algo esencial, que siempre está ahí y no es difícil de percibir. Solo hay que prestar atención, querer verla y querer aceptarla. Dejar que te recargue por dentro. Perder el miedo a reírse de uno mismo, a disfrutar de lo cotidiano y de lo sencillo.